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Membrillo

membrillo

En inglés: quince

Al igual que todas las frutas en todas las enciclopedias, el membrillo es una de las frutas más antiguas conocidas.

El árbol del membrillo es originario del Asia occidental, y con el paso de los siglos su cultivo se fue extendiendo progresivamente por el Mediterráneo. Los romanos lo llamaron cotoneum malum, que significa “manzana algodonosa”, sin duda en referencia a su tacto aterciopelado. En el siglo XIV, este nombre latino evolucionó hasta convertirse en ‘coing’ (francés), ‘quince’ (inglés), o ‘Quitte’ (alemán).

En las bodas de la Grecia antigua, el membrillo era un regalo que los novios compartían en la noche de bodas. Según Plutarco, la novia perfumaba su aliento con un bocado de membrillo antes de entrar en la cámara nupcial, para hacer más voluptuosos sus primeros besos. Al igual que Afrodita, la diosa del amor, el membrillo provenía de Oriente, y la tradición popular lo asoció durante muchos siglos al amor y a la fertilidad.

Ciertos autores creen que el membrillo fue muy anterior a la manzana. Según ellos, la fruta evocada en el Cantar de los Cantares no era en realidad manzana, sino membrillo, e incluso tendríamos que aceptar (con pesar, imagino) que Eva sedujo a Adán con un membrillo. El romano Apicio recoge en su libro de cocina una receta de membrillo cocido con miel, y Plinio el Viejo habla también de una cierta variedad de membrillo que puede ser comida cruda.

A pocos sorprenderá la noticia de que el membrillo es primo carnal de la pera y de la manzana. Es resistente a las heladas y, aunque se cultiva en climas suaves, necesita que en invierno la temperatura baje de 7°C para florecer en todo su esplendor. La mayoría de las variedades de membrillo son ásperas al paladar, por lo que sus amantes prefieren comerlo en jalea o mermelada, e incluso asado. Su nombre portugués, «marmelo», dio origen en español a dos palabras de sensuales resonancias: “membrillo”, y “mermelada”.

El membrillo contiene gran cantidad de vitamina C. En algunos lugares de Oriente Medio, sus semillas desecadas se administran para combatir la tos, e incluso la neumonía (personalmente, aconsejo acudir al médico). El jugo de membrillo es una bebida conocida -y recitada- en Alemania, y en Eslavonia hay una vieja tradición que manda plantar un árbol de membrillo cada vez que nace un niño.

El primer productor mundial de membrillos es Turquía. En algunos lugares de América Latina, la sustancia pegajosa que envuelve sus semillas se utiliza como gomina para el cabello. Además, el árbol del membrillo es muy apreciado como base para los injertos de peral, que crecen en su tronco más vigorosamente que en su árbol natal.

En las islas Canarias y en algunos lugares de América Latina se juega todavía, según algunos autores, un divertido juego de playa que comienza arrojando un membrillo al mar. En contacto con el agua salada, el membrillo adquiere un sabor dulce y, por lo tanto, comestible. Los jugadores compiten entonces por hacerse con el membrillo, y el primero que lo alcanza come un bocado de él y lo vuelve a arrojar al agua.

Por mucho que se empeñen, los fabricantes de videojuegos nunca lograrán alcanzar esa cumbre inigualable de simplicidad. Ni de placer.

Y, lo peor para ellos: nunca conseguirán vendérnosla.

Para aquellos que, como yo, se han quedado con ganas de recrear sus sentidos con el perfume y el sabor del dorado membrillo, una simpática receta: Leche frita con carne de membrillo.

Feliz merienda.

Manzana

manzanas

En inglés, apple

¿De dónde proviene la palabra ‘manzana’?

Del latín mala mattiana, que significa ‘manzanas de Mattius’. El nombre hace referencia a Caius Mattius, un agricultor romano que seguramente fue el primero en producirlas. Al igual que su prima la uva, la manzana es al menos tan antigua como la Biblia, y lleva a sus espaldas un gran cargamento de historia y de leyenda. No sólo Eva sedujo a Adán con una manzana, sino que Guillermo Tell (al menos en las películas) se hizo famoso por acertar con su flecha en una manzana colocada adrede sobre la cabeza de su hijo.

La mitología es pródiga en historias de manzanas. Atalanta prometió que se casaría con el hombre que consiguiera ganarle una carrera, y sólo Hipómenes (con ayuda de Afrodita) fue capaz de triunfar… distrayendo a Atalanta con tres manzanas doradas. En el jardín de las hespérides, Hera tenía un árbol que daba manzanas de oro. Un dragón de cien cabezas, siempre alerta, protegía aquel huerto maravilloso, del que el gran Hércules, pese a todo, consiguió robar una manzana. Era el undécimo de los famosos ‘trabajos de Hércules’.

Y Eris, la diosa de la discordia, a quien nadie había invitado, se presentó un día en un banquete al que asistían Atena, Afrodita y Hera, y arrojó sobre la mesa una manzana con una inscripción: «Para la más hermosa». El altercado que ocasionó la posesión de aquella manzana fue el origen nada menos que de la Guerra de Troya.

Además, ¿quién no ha oído hablar de la famosa anécdota de sir Isaac Newton, que supuestamente descubrió la ley de la gravedad viendo caer al suelo una manzana?

Una variedad que me inspira gran ternura es la llamada Granny Smith. Es decir, ‘abuelita Smith’: la anciana que sembró accidentalmente esa variedad de manzana en el continente australiano.